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M. MARÍA AUXILIA

DE LA CRUZ

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A la par de los profundos cambios sociales que por entonces convulsionaron a México, concluida su formación académica Rebeca María comenzó a trabajar como docente. Hubiera querido cursar estudios en la Escuela Normal pero la oposición materna le orilló a presentar y aprobar exámenes de suficiencia en Pachuca, obteniendo el título de profesora de instrucción primara el 21 de diciembre de 1912.

Aprovechando tal cosa, su madre, avecindada en la ciudad de San Luis Potosí y nada bien de salud, le pidió dirigir en esa capital el Colegio de Santa Teresa de Jesús. Lo tuvo a su cargo Rebeca de 1913 a 1915, año este en el que también impartió Geografía Patria en la Escuela Normal.

En San Luis Potosí confió al R. P. fray Vicente Escalante, O. P. su deseo de abrazar la vida religiosa apenas quedara desligada de su madre enferma. Doña Margarita murió el 18 de septiembre, en medio de una dolorosa y prolongada agonía. Ya libre de estos cuidados Rebeca solicitó ser admitida en la Tercera Orden de Santo Domingo, sujetándose a un estricto plan de vida bajo la guía de su director espiritual: cotidiana participación en la Eucaristía, oración mental, examen particular y mortificaciones voluntarias, todo ello a la par del cumplimiento de sus labores magisteriales y de los sinsabores derivados de los movimientos armados, que ya por entonces eran el pan de cada día y motivo de migración para muchas familias potosinas de raigambre.

Rebeca quería ser monja pero no tenía dinero para su dote. Sabiéndolo, una conocida muy pudiente, a punto de tomar los hábitos en un monasterio de España, se ofreció a patrocinarle el traslado y dote, propuesta a la que se opuso fray Elías Fierro, O.P., a la sazón director espiritual de Rebeca María, arguyendo que sus altas dotes pedagógicas le anclaban al mucho bien que hacer como maestra de educación elemental.

Pasando por sus más ardorosos deseos ella quedó a merced de la penuria material agudizada por los desastres sociales y el rabioso anticlericalismo de los carrancistas, ya patente desde 1914 pero que en 1917 insertará en la Constitución artículos que de cumplirse harían poco menos que imposible la vida de la Iglesia. Por otro lado, no ha de olvidarse que desde la elevación al rango constitucional de las Leyes de Reforma, en 1874, estaban oficialmente prohibidos los votos monásticos. No obstante ello, la no aplicación de esa disposición durante los gobiernos del General Porfirio Díaz, de Francisco I. Madero y de Victoriano Huerta, hizo que se multiplicara esta forma de vida. Con Venustiano Carranza como primer Jefe del Ejército Constitucionalista y luego como Presidente de México, la situación se tornó más complicada.

La Providencia amparó a Rebeca María, entonces de 24 años, por conducto de don Octaviano Cabrera Arias, pudiente vecino de San Luis, que se ofreció a cubrir toda la dote si Rebeca ingresaba al Instituto del Apostolado de la Cruz, recién creado por su hermana Concepción Cabrera, o una parte de ella si entraba a otra comunidad.

 

Religiosa dominica de la Congregación del Santo Rosario de California

 

Allanada la dificultad material y decidida a quemar sus naves, no bien concluyó el año lectivo de 1915, Rebeca, motivada por su filiación dominica probó suerte en una comunidad inspirada en la Orden de los Predicadores con sede en la Ciudad de México, en tanto que don Octaviano finiquitaba las actividades del Colegio de Santa Teresa de Jesús. Al efecto se entrevistó en Tlalpan con la R.M. María Teresa Meyer, Superiora del convento de la Inmaculada Concepción, de las Hermanas Dominicas de la Congregación de la Reina del Santo Rosario de California, Instituto creado apenas en 1876 y dedicado a la enseñanza, con casa general en Mission San José.

Cuando la religiosa supo de la minada salud y la falta de oído derecho de la aspirante le advirtió que sus impedimentos eran graves, pero también muy de tomarse en cuenta que Rebeca tenía el título de maestra y además dominaba el idioma inglés. El obstáculo de su dote incompleta lo cubrió de forma inesperada un anciano médico, devoto guadalupano, quien además dictaminó a su favor el buen estado de su oído sano. Pudo así, el 11 de febrero de 1916 inicia el postulantado con otras cuatro aspirantes, quedando a disposición de la religiosa Teresa Coghlan. Columba Dávalos Velasco, una de sus condiscípulas de entonces, recuerda que Rebeca “Tenía gran espíritu de fe en las contrariedades y pruebas”, a las que fue sometida con el deliberado propósito que palpar la reciedumbre de su carácter.

Al cabo de siete meses, las postulantes del convento de Tlalpan pasaron a la casa matriz del Instituto, donde recibieron el hábito de novicias el 24 de mayo de 1917. Ella eligió por nombre de religión el de María Auxilia de la Cruz, porque, dijo, quería ser auxiliada por la cruz y no ser auxilio para la cruz.

Tuvo como maestra de novicias a la religiosa francesa Píus Marbais de Syo, a quien le extrañó la profunda paz y unión con Jesús que traslucía su pupila y sus elevados niveles de recogimiento durante la oración. Rebeca sentía por ese tiempo, no dice, el contacto de Jesús no dentro de ella sino a su lado. Cuando sus hermanas de hábito le preguntaban qué le absorbía tanto cuando meditaba, respondía que la presencia de Dios y el pensar en sus miserias.

Sus achaques y el estar atrapada en un esquema formativo que hacía del acoso un método menudearon en esta etapa sin mella de su opción vocacional: “La Madre Pius me tomó por una ilusa que creía tener revelaciones, amante de la vida muelle e incapaz de hacer un acto de mortificación; por alma incorregiblemente melancólica y amante de amistades particulares”, recuerda.


 

Cuando ya era inminente su profesión de votos, comentó con toda honestidad a su maestra que se sentía plenamente inclinada a la vida contemplativa, pero sus palabras no encontraron eco. No obstante, habiéndosele admitido para la profesión de votos temporales, el Consejo de las Dominicas, recelando de su salud, sin notificárselo le pidieron a una de sus hermanas, residente en el Canadá, que pasara por ella poco antes de la ceremonia. Cuando lo supo, María Auxilia se sintió herida en lo más vivo, rescatándola la intervención de la superiora general, la R. M. Pía Baekes, la cual, previó dictamen médico, evitó tal acción.

El 25 de mayo de 1918 hizo sus primeros votos. No más de un mes pasó antes de que se le enviara a Tlalpan en calidad de maestra del Colegio de su Instituto en esta Delegación. En febrero del año siguiente fue designada profesora y prefecta de disciplina del Colegio San Rafael, apenas creado en la Ciudad de México en la colonia de ese nombre.

Sus apuntes personales de este tiempo revelan a una mujer empeñada en alcanzar la santidad por el camino de la cruz. Muchas ocasiones tuvo para ello, viéndose afectada, por ejemplo, de la terrible la influenza española que tantas vidas cobró en el país; aun convalecía cuando la legislación anticlerical de la nueva Constitución mexicana confinó de nuevo la vida consagrada a la clandestinidad.

Hostia Viva

 

Deseosa de hacer desde la fe un ramillete de su vida y experiencias, el 2 de febrero de 1920 María Auxilia hizo un voto privado: siempre padecer, para amar y hacer amar al Espíritu Santo: “quiero ser la hostia viva, ofrecida cada día en el santo sacrifico, como holocausto perpetuo de tu amor”.

Votos perpetuos

 

El 15 de agosto de 1921 nuestra biografiada hizo su profesión perpetua, luego de la cual pasó del Colegio de San Rafael al de Chimalistac en calidad de maestra de internas. Ya por entonces tenía el hábito de versificar, inspirándose lo más de las veces en sus mociones espirituales.

El 30 de mayo de 1922, domingo de la Santísima Trinidad, quiso ofrecerse con voto de Hostia a Jesús Sacramentado, pero el P. Treviño se lo impidió, dándose a la tarea de desbastar con el más duro de los cinceles, el del rechazo, lo que consideraba imperfecto en su dirigida, exigiéndole, en cambio, un nivel de virtud inalcanzable, como el hábito de no cometer pecados deliberados, ni aún veniales. Por otro lado quien le vaticine por entonces que estaba destinada a fundar su propia familia religiosa.

Los inicios: 1944-1954

 

En la capital de la República se hospedo, por recomendación del P. Treviño, en el convento de las Capuchinas Sacramentarias, donde permaneció por espacio de tres meses. El 5 de febrero de 1945 arrendó la finca marcada con el número 51 de la calle de Hortensias, en la colonia Guadalupe Inn, en San Ángel. Era una vivienda sin agua ni luz eléctrica, ni siquiera un fogón para cocinar los alimentos. Apenas pudo, se entrevistó con monseñor Martínez quien le donó 500 pesos que, dijo, alguien le dio para las religiosas pobres, añadiendo con su característico humor: “Creo que no hay ahora una religiosa más pobre que usted”.

El paso siguiente consistió en lanzar las redes. El 8 de marzo se le unió Jovita Rosas, ex alumna en los tiempos de la persecución religiosa, aspirante a la vida consagrada. Con tan escaso personal, el 6 de abril monseñor Martínez expidió el decreto de autorización de la Pía Unión de las Almas Víctimas de Jesús Eucaristía, nombrando directora a María Auxilia de la Cruz. En presencia de las dos iniciadoras él mismo les hizo la siguiente admonición: “Vuestra vida [ha de ser] una inmolación constante, oculta silenciosa. Que los hombres no se den cuenta de ella, pero que Jesús aspire el perfume exquisito de vuestro sacrificio”.


 

El 11 de marzo se recibía el documento que convertía la Pía Unión en Congregación de Derecho Diocesano. Se organizó una ceremonia especial, que tuvo lugar el 15 de noviembre, día en el que se estrenó el himno de la Congregación

Al señor arzobispo don Luis María Martínez correspondió encabezar el acto, cuya parte medular consistió en exponer los fines de la Congregación: la adoración perpetua del Santísimo Sacramento; la instrucción de las aspirantes como educadoras en la fe de la infancia y las mujeres mexicanas; la plegaria ininterrumpida por la Iglesia, por el Papa y el presbiterio; el respaldo al apostolado parroquial a través de escuelas y colegios, retiros espirituales y la preparación presacramental de la niñez.

Sin duda, el momento más emotivo fue cuando monseñor Ernesto Gómez Tagle, Vicario Episcopal para los Religiosos de la Arquidiócesis de México se dirigió a María Auxilia diciéndole que por concesión de la Santa Sede pronunciaría en manos de su Prelado los votos simples como Oblata de la Sagrada Eucaristía y esta a su vez los recibió de nueve hermanas.

 

De los años postreros de su vida.

 

  1. Nunc dimittis

 

La recta final en la vida de la Madre Auxilia en nada desdice los otros capítulos de su vida. Su tiempo y la lucidez que le acompañó hasta el último instante fue para dejar a las suyas la huella de quien ha perseverado en el combate y ha salido invicta.

En junio de 1974 pide la unción de enfermos. La hipertensión la agobia. Vaticina: “En la Congregación seré la primera en morir”. Realmente, su salud pendía de un hilo y a empeorarla contribuyeron las bajas temperaturas de ese año. El día 23 de noviembre recayó. La Superiora lo notifica a las comunidades. Pide oraciones por la Fundadora. La noticia hace que acudan casi todas a la Casa Central. La ven, la animan, están a su lado. El miércoles 27 de noviembre de 1974, a las 5:55 de la mañana, la hermana que la acompañó esa noche se espabiló al toque de la campana. Para sorpresa suya el lecho de la enferma estaba vacío. Con mucha pena la reconoció en el piso. Como lo predijo, se fue de este mundo sin testigo alguno de los últimos instantes de su vida. El pretexto, una insuficiencia respiratoria consecutiva a bronconeumonía.

A las 8 de la mañana llegó el párroco de Tepepan, Don Rubén Sandoval. De inmediato, la capilla se trasformó en velatorio, al que acudieron un río de simpatizantes. La misa exequial fue al día siguiente.

 

  1. Testamento espiritual

 

No mucho antes de su deceso, la Madre María Auxilia redactó su testamento espiritual. Lo leyó en la Casa Generalicia, el 14 de enero de 1975, el P. Gasparoto:

 

Pequeñas oblatas de Jesús:

A punto de desaparecer de este mundo, quiero dejar a ustedes todos los tesoros que he recibido, durante mi vida, del Amado de mi alma. Las luces divinas, la admirable dirección que por medio del señor Martínez recibí de mi Dueño, dirección que puedes serles útil en su vocación de hostias, sobre todo quiero legarles mi espíritu, ese divino tesoro que recibí para ustedes y que anhelo lo vivan con perfección para gloria de la Divina Trinidad.

En el espíritu de Oblatas, tantas veces explicado, deben centrarse en lo esencial: la entrega. Entregarse plenamente al Espíritu Santo para que las transforme en Jesús, pero en Jesús Eucaristía, en Jesús Víctima.

Sí, la vocación de Oblata es vocación de víctima, y mientras no se convenzan de esto y no acepten ser víctimas con Jesús, no serán Oblatas de verdad, no estarán realizando su sublime y única vocación y por consiguiente no alcanzarán la deseada unión con Dios.

¿Pero qué es ser víctima? Ser víctima consiste en estar despojada de sí misma y entregada a la inmolación en el ara de la voluntad del Padre. Ustedes saben muy bien que ésta es la disposición altísima con que Jesús se ofrece a cada instante en los altares; allí renueva su anonadamiento y su inmolación del calvario, allí se deja inmolar, y se pone a la disposición de sus criaturas y en silencio se presenta como santo holocausto por toda la humanidad. Pues bien, ser oblata-víctima consiste en vivir ese anonadamiento y ese martirio del calvario en unión estrechísima de entrega con Jesús.

Pero en la práctica ¿cómo realizar esa inmolación? Aceptando y uniendo todos los sufrimientos, dolores, incomprensiones, contratiempos, injusticias, etcétera, que se presenten, uniéndolos a los dolores de Jesús y en una sola ofrenda presentándoselos al Padre de los cielos con ese espíritu de obediencia amorosa que caracterizó el sacrificio de Jesús.

Jesús glorioso a la derecha del Padre ya no puede sufrir y por eso quiere a sus Oblatas como una segunda humanidad donde puede ofrecer un sacrificio cruento a su Padre, su propio sacrificio en esa alma que Él transforma y une estrechamente a sí. Jesús necesita sus hostias vivas para continuar su obra redentora y para esto las ha elegido a ustedes. Agradezcan inmensamente tan grandiosa vocación y hagan de su vida entera con todos sus dolores y contratiempos un holocausto gozoso, voluntario y fecundo en obras de redención. La Iglesia, la humanidad entera espera esto de vosotras.

Si convertís todo en vuestra vida como una ofrenda para el sacrificio de Jesús en ustedes, habrán convertido sus existencias en un trasunto de la Eucaristía; en el silencio y ocultamiento salvarán muchas almas; seréis pararrayos para los sacerdotes y realizaréis plenamente nuestra vocación de hostias- Jesús.

Acepten, pues, hijas mi testamento, es mi donación a ustedes para ayudarlas a cristificarse. Vivan como yo, este tesoro, sean oblatas, sean hostias Jesús, sean fecundas por el amor y la inmolación para dar a la Trinidad adorable, legión de sacerdotes santos e innumerables almas que vayan a gozar, por su ofrecimiento de ustedes de la visión beatífica. Amén. Amén. Fiat.

 

Escritos

 

Pensamientos, cartas, poemas, cartillas para instrucción de sus religiosas y algunos tratados salieron de la pluma de la Madre María Auxilia. Se han publicado hasta la fecha seis, dos a raíz del primer aniversario del fallecimiento de su autora:

  1. Vida Eucarística, donde expone los fundamentos de su Obra.

  2. La Fuerza de la Inspiración Divina. Itinerario Espiritual de María Auxilia de la Cruz. 1920-1931, que se tradujo al inglés. En él se compilan notas privadas que fue redactando a lo largo de su vida.

  3. Intimidades con el Intimo de mi alma, escritos suyos fechados de 1934 a 1941.

  4. Pan de Cada Día para las Almas Hostias, que incluye textos que compuso entre 1936 y 1969.

  5. Juega el Juego el Amor, es una antología de versificaciones poéticas redactadas desde el tiempo de su postulantado hasta 1970.

  6. Espíritu y virtudes de la Oblata de la Sagrada Eucaristía es una cartilla redactada mediante el método de preguntas y respuestas relacionadas con el carisma y disciplina de las Oblatas.

 

El destacado escritor Juan Esquerda Bifet publicó en Roma, en el año 2006, un comentario acerca del carisma y espiritualidad de María Auxilia, cuyo título es Ser pan partido como Jesús. En él, tan importante autor no vacila en calificar la vida y los escritos de María Auxilia como “un don para toda la Iglesia, con la peculiaridad de haber acentuado el sentido de oblación, en unión con Jesús Eucaristía, para ser “pan partido” como Él, “ser Él”.

Rebeca María Uriarte Healy, nació en Puebla de los Ángeles el 8 de octubre de 1891, penúltima de siete mujeres y un varón, engendrados por los esposos Carlos María de Uriarte y Margarita Healy. Haber nacido el día de la memoria litúrgica de la mística de la Pasión del Señor, santa Brígida no será ajena a su vida espiritual según se verá, ni a su nombre de pila, pues en el kilométrico que se le impuso, según la costumbre de entonces, en el templo parroquial de San Marcos, se le incluye: Rebeca María Julieta Brígida Carolina Guadalupe Francisca de Paula del Corazón de Jesús.

Don Carlos María, su padre, fue hijo de Manuel María de Uriarte, de ascendencia vasca, y de Gabriela Tamayo, y vino al mundo en la Ciudad de México en 1851. Su madre, ciudadana estadounidense y maestra normalista, nació en Nueva Jersey en 1853, de padres irlandeses y católicos: Miguel Healy y Catarina White. Se casaron en 1874, teniendo él 23 y ella 21.

La Eucaristía la recibió por vez primera a la edad de seis años, un 8 de diciembre, en el templo de San Hipólito de México, de manos de un misionero claretiano y tras una preparación muy esmerada para su corta edad. Dos días más tarde, el 10 de diciembre de 1906, el arzobispo de México, don Próspero María Alarcón, le administró la confirmación en su Catedral.

  1. Monja y maestra

 

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